23-04-2024
"Todos nuestros límites son político - ideológicos"
Por Carlos A. Sortino (*) @CarlosASortino

Estamos suponiendo y alentando una organización política a través de la cual el pueblo pueda elegir libremente cómo quiere vivir: en qué condiciones sociales, económicas, políticas, culturales. Y desde esta pretensión sostenemos que no sólo hace falta promover una justa y democrática distribución del poder político contra un sistema injusto y autoritario de asignación de sus recursos (1), sino también contraponer una justa y democrática distribución de la riqueza a un sistema injusto y autoritario de asignación de recursos económicos.

Lo político-ideológico instituye la naturaleza del poder: cómo decidir el régimen de selección y circulación de las élites, cómo establecer las relaciones entre gobernantes y gobernados, quienes deben hacer la ley y quienes deben obedecerla, qué perfil productivo se pretende y cuáles son los criterios básicos para la producción y distribución de la riqueza. Así que lo que hace falta es activar nuestro derecho a la innovación política, es decir, hacer ahora lo que nadie quiso, pudo, supo o imaginó hacer antes.

Sólo necesitamos trascender los límites del republicanismo burgués y de lo políticamente correcto (y cómodo), para explorar nuevas instancias de convivencia ciudadana, diseñar mecanismos institucionales originales y disponer (y pre disponer) hacia estas exploraciones al plantel burocrático permanente del Estado, a los funcionarios políticos y a la militancia organizada. Claro que no es fácil ni rápido. ¿Quién dijo eso?

Exploraciones de lo posible

Podemos explorar una reorganización económica fundada en lo que podríamos denominar, por ejemplo, Empresa Comunal Pública (ECP), autogestionada por sus trabajadores, con impulso del Estado en materia de logística y financiamiento, y control popular de aquella autogestión y de esta logística y financiamiento.

La ECP no es sólo una empresa, es un concepto: podríamos constituir tantas como sean necesarias, para ocuparse de los trabajos por los que hoy (desde siempre) las empresas privadas le facturan millones al Estado municipal, sin que nunca se hayan resuelto nuestros problemas de infraestructura, sin que nunca se hayan generado pleno empleo ni condiciones dignas de trabajo, sin ningún atisbo de satisfacción.

Estamos hablando, por ejemplo, de Recolección, Reciclado y Disposición final de Residuos, de Infraestructura de Obras y Servicios, de alumbrado, barrido y limpieza, del mantenimiento y la vigilancia de espacios verdes y cursos de agua, de la promoción de la sanidad arbórea, en tanto foco de oxigenación, medio de regulación térmica, dique de contención de lluvias y garantía de calidad del suelo.

Estamos hablando también de transformar el negocio privado del transporte (caro, inútil e incorregible) en un servicio público cuya eficacia y economía sea producto de una reingeniería del tránsito, que apunte a descomprimir de vehículos particulares el casco urbano, lo que redundará en una notoria caída de la contaminación aérea y sonora y de los indicadores de accidentología vial.

Estamos hablando también de extirpar, como actividad del Estado municipal, el mantenimiento de comedores comunitarios, la alimentación del clientelismo político y el fomento de micro emprendimientos inútiles, que sólo reproducen una subsistencia miserable. Podemos transformar esos comedores en centros de educación y trabajo, para eliminar su necesidad y reemplazarlos por pequeñas y medianas empresas comunales públicas y/o en fuentes de mano de obra calificada, que pueda insertarse en el mercado laboral a crearse y reavivarse.

¿Estamos proponiendo estatizar todo? No: sólo pretendemos socializar lo estratégico. Y para ello no sólo es posible, sino también necesario, recuperar la histórica herramienta financiera del Estado municipal o crear una nueva.

En el marco de este desatino, la iniciativa privada no se descarta. Podemos generar una política de atracción de su inversión hacia el sector industrial, para reavivar y crear el mercado laboral al que hicimos referencia, que incluya un estricto programa de exigencias y control público, fundamentalmente sobre necesidades de desarrollo regional, condiciones dignas de trabajo e impacto ambiental.

Esta refundación del Estado Municipal requiere de una política de Responsabilidad y Rendición de Cuentas para todos los funcionarios políticos, a través de nuevos mecanismos de control público sobre la legalidad, legitimidad y oportunidad de sus actos. Y una política de Renovación de la Estructura Burocrática de Gobierno, que la racionalice para adaptarla a esta iniciativa transformadora.

Explicaciones de lo dado

El hoy denominado "proyecto neoliberal" no es otra cosa que el resultado práctico de nuestra fragua cultural bicentenaria. Con esa denominación, esta fragua impide que se identifique la continuidad histórica de la hegemonía burguesa. Y no es distinto en la comuna, que en la nación o en el mundo: sus imperativos materiales e ideológicos son perfectamente adaptables al orden comunal. Sólo se diferencia su desempeño por el alcance territorial de sus proyecciones y los grados de poder y riqueza que pueden acumular sus actores.

Aquella hegemonía burguesa nos ha inoculado (y alimenta a diario) un "sentido común" que coloca como dominante la idea de que las relaciones económicas son privadas; que no están modeladas por el Estado; que los problemas de diseño institucional pueden evitarse expulsando al Estado de la economía, porque es el "mercado" quien genera la mejor asignación de recursos; que, por ello, cualquier cosa que haga el Estado será perniciosa, pues no tiene nada en qué contribuir. Todo ello para minimizar o, directamente, evitar, las consecuencias distributivas de cualquier tipo de "intervencionismo estatal".

Sólo se ejerce el poder cuando se administran los propios intereses económicos y hay conciencia de clase, como lo está demostrando el gobierno de Cambiemos. Conciencia de clase no es sinónimo de ideología, pero su articulación es directa. Son inescindibles. Porque la conciencia de clase es práctica: es el enlace de un grupo social con necesidades y expectativas comunes, para cuya satisfacción es preciso que otros grupos sociales queden al margen. Pero para ello es ineludible arroparse ideológicamente: creer y hacer creer que quienes no comparten estos intereses y valores son enemigos de la sociedad en su conjunto o simples inadaptados.

La ideología dominante es la ideología de la clase dominante, supo sintetizar Marx a mediados del siglo 19. Así funciona desde siempre la humanidad. Cambian los actores, cambian las tecnologías, cambian los modos de producción y distribución de la riqueza. Pero aquella condición humana se mantiene inalterable. Y el sentido común viene a ser su vulgata, el motor cotidiano de las conductas sociales. No hay manera de batallar contra esto sin ordenar una voluntad colectiva política e ideológicamente construida, despojada de esencialismos clasistas.

Lo sabemos: la eficacia política es una cosa y la contundencia intelectual es otra cosa. Aspiramos a superar esta dificultad, sin perder de vista aquel horizonte. Porque nos hace avanzar, aunque nunca lo alcancemos…

Notas

(1) En artículos anteriores hemos expuesto la mayor parte de nuestro pensamiento y acción en materia de organización política: "Nadie está pensando en la inclusión política": http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=40602; "El próximo Presupuesto Participativo tendrá que ser integral":http://cadenaba.com.ar/nota.php?Id=55168; "Apuntes para un programa comunal de gobierno": http://cadenaba.com.ar/nota.php?Id=43139; "Hacia un cuarto nivel de gobierno": http://cadenaba.com.ar/nota.php?Id=43393); "Una política cultural para nuestra cultura política": http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=59565; "La Constitución que está faltando": http://www.cadenaba.com.ar/nota.php?Id=59768.

(*) Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 26/7/2019

Periodista, ex docente de la UNLP. Referente de la Agrupación Municipal Compromiso y Participación (COMPA): https://www.facebook.com/COMPALaPlata/