"Milei, Bolsonaro, Bukele: Las derechas sostienen discursos conservadores en torno a cuestiones de género"
09-05-2025
"Milei, Bolsonaro, Bukele: Las derechas sostienen discursos conservadores en torno a cuestiones de género"
Por Karina Batthyány (*) @kbatthyany
Estamos viviendo una encrucijada marcada por el avance de las derechas en América Latina y en todo el mundo. En el pasado, la vimos en Brasil con la llegada de Bolsonaro, en El Salvador con Bukele y en la Argentina actual con Milei.

Las manifestaciones políticas de las derechas nos preocupan significativamente. Porque sostienen discursos profundamente conservadores en torno a las cuestiones de género y atacan de manera permanente y continua a quienes buscamos defender políticas de igualdad para la mujeres y disidencias. Son expresiones visceralmente antiderechos, sobre todo antifeministas. Se basan en concepciones de que los feminismos o quienes trabajamos desde una mirada feminista, atentamos directamente contra los valores tradicionales que estructuran las sociedades, es decir, la familia y la religión, y que promovemos la “ideología de género”.

En base a la construcción de argumentos reaccionarios, las derechas pretenden avanzar eliminando derechos que se han conquistado en las últimas décadas en distintas regiones del mundo. El caso de Argentina es hoy en día paradigmático en América Latina: el gobierno de Milei cerró el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. Más adelante, cerró también la Subsecretaría de Protección contra la Violencia de Género, prohibió el lenguaje inclusivo en organismos públicos, está buscando terminar con la educación sexual integral e intentar desfinanciar múltiples políticas para promover la igualdad.

En el gobierno de Milei, hay acciones muy concretas para hacer retroceder muchos de los avances en materia de los derechos asociados a la igualdad de género. El gobierno argentino actual  también promueve discursos de odio contra las mujeres y muy particularmente contra la comunidad LGBTIQ+.

Además, más allá del contexto de la derecha y el avance de los gobiernos conservadores, nos preocupan algunas cifras concretas vinculadas a la violencia por razones de género que siguen siendo escandalosas en todos nuestros países. En términos de femicidios, las últimas cifras disponibles nos hablan de que en América Latina al menos 11 mujeres pierden la vida por día. A eso tenemos que sumar todas las otras formas de violencia hacia las mujeres y disidencias, como la violencia económica, la simbólica y la psicológica. De estas tenemos algunas cifras, pero el registro aún sigue siendo insuficiente en la mayoría de los países de la región.

Asimismo, las mujeres y disidencias somos quienes más sufrimos la consecuencia de las crisis económicas que atraviesan nuestros países y que no impactan de la misma manera sobre los varones. Recordemos que el 30% de las mujeres son pobres en nuestra región. A su vez, hay alrededor de 120 mujeres en situación de pobreza por cada 100 varones en esas condiciones.

Si indagamos dentro del colectivo de las mujeres, encontramos que las cifras mencionadas son mayores para algunas comunidades específicas como las mujeres afrodescendientes, las mujeres indígenas o las mujeres rurales. Las desigualdades económicas impactan de una manera diferencial sobre las mujeres y se acrecientan en las clases sociales con menores recursos.

Una de cada cuatro mujeres no tiene ingresos propios, es decir, no cuenta con la posibilidad de tomar decisiones sobre sus ingresos o tener autonomía económica. Mientras que los varones que se encuentran en esa situación son uno de cada diez y allí vemos otra vez estas brechas de desigualdad. A su vez, las mujeres sufrimos en mayor medida la desocupación. Cuando hay desempleo, la crisis económica impacta de manera más importante en las mujeres. Además, para quienes estamos ocupadas hay una brecha salarial: en nuestra región, las mujeres seguimos percibiendo un ingreso laboral que es en promedio un 30% menor que el de los varones. Y a eso hay que sumar toda la dimensión de los trabajos no remunerados: las mujeres realizamos el 75% de los trabajos de cuidado, dedicamos hasta 35 horas más a la semana que los varones a estas tareas. Por lo tanto, tenemos menos tiempo disponible para participar en el mercado de trabajo, para nuestro desarrollo o para nuestro bienestar y allí tenemos otro indicador de desigualdad pendiente.

El informe conjunto que realizaron la CEPAL y ONU Mujeres destaca justamente que la economía del cuidado es uno de los principales desafíos estructurales en la región latinoamericana y caribeña. Además, se reconoce que el valor económico del trabajo no remunerado de cuidados, dependiendo de las mediciones, supone el 15 y el 20% del producto interno bruto (PIB) de lso países de América Latina  y que está invisibilizado en los sistemas de cuentas nacionales.

Las reformas laborales que vienen impulsando las derechas en varios países tienden todavía a precarizar aún más las condiciones de trabajo de las mujeres, especialmente las de aquellas que están en sectores feminizados como es el caso del servicio doméstico, el comercio y el cuidado. Seguimos observando una tremenda subrepresentación de las mujeres en todos los campos de decisión de la sociedad como en los parlamentos, los gobiernos y los espacios en la educación, los sindicatos y las cámaras empresariales.

A pesar de cualquier panorama negativo, tenemos que reconocer algunos avances en materia de derechos de las mujeres, que se traducen concretamente en políticas públicas en nuestra región. Desde la década de los 90 en adelante, podemos empezar a sistematizar los logros conquistados en la participación laboral femenina que ha crecido de manera sostenida, así como el avance significativo de las mujeres en términos de su educación con respecto a los altos niveles de superación hacia los varones en la matriculación y la finalización de los distintos estudios (primario, secundario y terciario). No obstante, esto último se refleja en mejores condiciones de trabajo, mejores salarios o más facilidades para la empleabilidad de las mujeres.

En los últimos años, se han colocado temas que son nudos críticos de la desigualdad de género en el centro de la agenda. Uno de ellos es la cuestión de los sistemas de cuidados. No hay país en América Latina y el Caribe donde el tema de los cuidados no esté en la discusión pública. Un caso particular es Argentina, que venía con un tratamiento muy favorable en la promulgación de una ley de Sistema Integral de Cuidados pero que en la actualidad ha quedado a la espera. A su vez, si recorremos los países de nuestra región encontramos que el tema de los cuidados se ha ubicado en los primeros lugares en la agenda pública para discutir los nudos críticos de las desigualdades de género.

En el plano político internacional, no podemos dejar de mencionar que México -el segundo país con mayor población de América Latina y el Caribe- tiene su primera presidenta mujer y feminista, Claudia Sheinbaum. También en Honduras gobierna una mujer feminista, Xiomara Castro, entre otras vicepresidentas feministas de Colombia, Guatemala y Uruguay que abogan decididamente por la ampliación de los derechos de las mujeres y las disidencias.

En definitiva, queda muchísimo por recorrer y a lo que prestarle atención en este contexto de encrucijadas tan particulares que nos lleva a enfrentar la violencia de género de manera decidida, garantizar la participación equitativa de las mujeres en el mercado laboral, ampliar la presencia femenina en los espacios de decisión política y consolidar políticas de sistemas de cuidado en los distintos países.

Es importante mirar hacia atrás, reconocer los avances para redoblar fuerzas y continuar con la defensa de los derechos conquistados que fue consecuencia de décadas de organización y lucha feminista en sus distintas y diversas expresiones. Según Naciones Unidas, tendríamos que esperar muchísimos años antes de lograr la igualdad de género en el mundo.

– Más allá de que hubo avances muy grandes, todos estos retrocesos golpean de lleno en cambios que son muy centrales. ¿Qué importancia tienen las lógicas de resistencia en la calle, la academia y los movimientos sociales frente a estos intentos de quebrar diferentes medidas políticas y sociales existentes?

– Si hay algo que el Movimiento Feminista ha mostrado siempre, en distintos contextos, es su capacidad de resistencia y la importancia de la organización colectiva como movimiento para evitar o reducir los impactos de cualquier retroceso o recorte que se quiere imponer. Efectivamente, el feminismo es central en el camino hacia la igualdad, no es el “enemigo” como nos quieren mostrar, sino un componente central en la construcción de la igualdad y de la democracia en nuestras sociedades.

(*) Directora Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Doctora en Sociología. Profesora titular del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias de Sociales (UDELAR) en el área de metodología de la investigación y en el área de relaciones sociales de género e Integrante del Sistema Nacional de Investigación del Uruguay. Es autora de numerosas publicaciones en torno a las temáticas de género, políticas públicas, trabajo no remunerado y cuidados, entre las que se encuentran Los tiempos del bienestar social. Género, trabajo no remunerado y cuidados en Uruguay y Las políticas y el cuidado en América Latina. Una mirada a las experiencias regionales.

Nota de opinión de la autora en su blog personal en CLACSO de fecha 14 de marzo de 2025; que es una transcripción de columna de Karina Batthyány en InfoCLACSO – 12 de marzo de 2025.