De acuerdo con las proyecciones estadísticas disponibles, la pandemia está hoy bajo control en Argentina y los sistemas privados y públicos de salud están en condiciones de atender su devenir sin sobresaltos. Algo que no pueden decir en Europa y Estados Unidos. Algo que no pueden decir en muchos países de Latinoamérica.

Que esté bajo control no significa de ningún modo que no exista. Sigue habiendo contagios y fallecimientos. Lo que significa es que podría ser mucho peor, si el Estado no mantiene las riendas de la cuarentena, única vacuna, hoy por hoy, disponible.

Esto, en materia de salud pública. En términos sociales, no está llegando el Estado a toda la población necesitada. Hay que reconocerlo y multiplicar energías para conducir esta crisis de mierda y no sólo administrarla. Se sabe que la logística es compleja, como la burocracia administrativa. Pero mucho más complejo es si no dejamos de lado las miserias del internismo. Ya las retomaremos, luego de la pandemia.

En términos estructurales, la cosa no es tan fácil. La propuesta por nuestra deuda externa a los bonistas privados y el impuesto "por única vez" a las grandes fortunas (en Europa se dispone por diez años, sin ningún problema), enfrenta una gran resistencia. El poder económico dispone de todos los recursos (medios y redes) para crear un sentido común desfavorable.

Se sabe que "correr" al gobierno por izquierda es tan cómodo como inocuo. En cambio, si se lo "corre" por derecha es mucho más productivo políticamente. Porque también se sabe que ningún empresario es tan generoso como para pagar abultados salarios a empleados que no sigan sus instrucciones y sean poco productivos. Esto significa que hay mucha gente fácilmente influenciable por sus periodistas e internautas.

Como ya dije alguna vez, las tensiones que se producen en cualquier debate público es porque estamos colonizados por la lógica de los medios (y su traslado automático a las redes), lo que implica el temor al rebote mediático de cada palabra que se dice, de cada acción que se tome, porque ese rebote contendrá, necesariamente, tergiversaciones, mentiras, fragmentaciones, títulos escandalosos o, simplemente, interpretaciones incompletas. Esta lógica es hegemónica, se inclina ideológicamente hacia la derecha y no hay a la vista, por ahora, una lógica alternativa que pueda ponerla en crisis.

La cuestión del daño que podría causarle un debate público a cualquier organización política es algo que se presume desde aquella colonización, pero aún sin demostración efectiva. De acuerdo con este prejuicio, cuando una organización política cualquiera está ubicada en la oposición al gobierno, ese debate público la debilita en su objetivo de alcanzar el poder político. Y también de acuerdo con este prejuicio, ese debate público la debilita en su ejercicio de gobierno. En síntesis: no hay lugar para el debate público.

Esta "estructura de sentimiento" se completa con la aceptación, por parte de la burocracia sindical,  de bajar los salarios de los trabajadores a cambio de que no haya despidos, flaqueza que trata de encubrir exigiéndole al Estado que haga lo que ella no es capaz de hacer.

Así las cosas, la flexibilización de la cuarentena está en la puerta, con todos los riesgos que ello supone en términos de salud pública. Si falla la metodología a implementar, es posible que tantos días de encierro no hayan servido para nada. Pero también sirve, y ya, para demostrar, en términos estructurales, que el sistema capitalista se derrumba sin trabajadores.

¿Qué hacer?, se preguntó alguien alguna vez. Hay pruebas, en nuestro país y en el mundo, de que una "alianza estratégica" entre los trabajadores y el Estado es mucho más productiva que la sumisión de los trabajadores al Capital. Sólo necesitamos dirigentes con marcada voluntad política de llevar adelante estas transformaciones, una militancia preparada para sostenerlas y un pueblo dispuesto a experimentarlas. Nada más. Nada menos.

(*)  Carlos Sortino exclusivo para Cadena BA. 18/04/2020