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16-07-2019 | Desencuentros, infidelidades y homicidios | |||
UNQ: “Amar la incertidumbre”, la realidad de María Bjerg | |||
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Se nos enseña que no hay
distancia para el amor. Se nos dice -o al menos ello sucede en las películas
más taquilleras de Hollywood- que dos enamorados pasan 2, 5 o 10 años sin
verse, olerse o tocarse pero al reencontrarse comprueban que la llama de la
pasión se mantiene intacta, que el tiempo no ha transcurrido y que ni un océano
fue capaz de licuar tanto sentimiento. Sin embargo, la vida no es tan lineal y
perfecta como los guionistas planifican y como muchos quisiéramos. María Bjerg,
Doctora en Historia (UBA) y docente investigadora de la Universidad Nacional de
Quilmes (UNQ) en el Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria, hace
gala de su escepticismo y se introduce de lleno en las emociones, un tema al
que la ciencia le suele repeler. ¿Qué ocurría con aquellos europeos que, a
fines del siglo XIX y principios del XX, abandonaban a sus esposas e hijos y
migraban a Buenos Aires? En concreto, ¿qué sucedía cuando, luego de algunos
años, el hombre dejaba de responder a las cartas, ya no mandaba dinero y su
mujer se aparecía en su nueva casa de sorpresa? ¿De qué manera los
desencuentros culminaban en pleitos judiciales, lesiones y muerte? En esta
entrevista, Bjerg desanuda algunos interrogantes y cuenta de qué va el último
libro que publicará el próximo mes por la editorial de la Universidad. -Usted se especializa en historia de las emociones, ¿de qué se trata? -Es un campo muy
desarrollado en otras historiografías (Inglaterra o Alemania) pero en Argentina
no ha tenido mucho éxito hasta el momento. Concibe que las emociones, a pesar
de su dimensión biológica, son construcciones socioculturales y, por lo tanto,
los individuos se adaptan a regímenes específicos. Me interesa cruzar esta
perspectiva con las migraciones, un campo en el que he investigado durante
mucho tiempo. Sucede que los viajes siempre fueron caracterizados como
experiencias emocionales muy fuertes. -El mes que viene la editorial de la UNQ publicará "Lazos Rotos. Inmigración, matrimonio y emociones en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX"… -En este caso, intento
explorar y analizar cómo, tras las migraciones masivas de finales del siglo XIX
y principios del XX, las relaciones matrimoniales y el amor se transformaban en
rencor, odio y tristeza. Seguí el rastro de estas travesías y redacté las
historias individuales con paciencia de artesana. Normalmente, era el hombre
quien migraba primero desde Italia o España hacia nuestro país y su esposa
junto a sus hijos aguardaban por su regreso, o bien, esperaban el envío de
pasajes por parte de sus maridos. El problema es que, en muchos casos, ello no
ocurría y cuando sucedía mediaban tantos años que las subjetividades de los
cónyuges resultaban trastocadas. -¿Dejaban de quererse? -Y es que luego de diez
años de no verse, las relaciones se enfriaban y se volvían muy difíciles de
recomponer. De este modo, muchos hombres formaban nuevas familias en el país.
Me centré en explorar expedientes judiciales y solo algunas cartas, ya que la
gran mayoría de las personas era analfabeta y pagarle a alguien que escribiera
no salía nada barato. Así es como se generaban baches muy grandes en que las
parejas no cruzaban mensajes y no tenían noticias. Me llevé enormes sorpresas:
por ejemplo, tras recibir rumores de infidelidad en Europa, muchas mujeres
viajaban y los denunciaban ante la justicia local. Iniciaban demandas y algunos
terminaban presos por sostener relaciones de bigamia. Cuando lo indagaban al
acusado, una expresión que se utilizaba muchísimo era: "Creí que mi esposa
había muerto". -Una excusa original… -Bueno, sí, convengamos
que no estaba muy argumentado el asunto. Suena dramático y, es cierto, para los
propios actores lo debió haber sido. Pero, analizado a la distancia, es muy
divertido. En otras oportunidades, sin embargo, no formaban otra familia ni se
volvían a casar. Las mujeres viajaban desde España e Italia y se intentaban
acoplar a la nueva vida de su pareja, pero la relación, pese a querer
reflotarse, no volvía a robustecerse. -¿Por qué? -Porque el amor ya se
había reconfigurado. Imaginate esta situación: se trata de hombres que venían
de alguna aldea desolada del sur italiano y se encontraban con Buenos Aires,
una ciudad que tenía otras dimensiones, otros ritmos y otra gente. La puja por
el dinero era todo un tema: muchas venían con la expectativa de que su
situación material iba a saldarse y cuando llegaban su pasar era aun peor.
Advertían que, a pesar de las promesas, los hombres vivían en conventillos en
pésimas condiciones. Desafortunadamente, también se registran casos de
agresiones, serias lesiones y homicidios en los que el marido asesinaba a su
mujer. -Qué fuerte. También centra su atención en los objetos materiales: ¿a qué se refiere? -Los objetos y los
sujetos interactúan. El valor que tiene una casa para una persona va mucho más
allá de lo patrimonial o monetario. Son objetos que tienen cierta vitalidad
cultural que, a su vez, cuentan con la propiedad de modificar la relación con
los sujetos. Ahora bien, si nos referimos a los viajes, una cadenita, un
retrato o un diario íntimo no constituyen materia inerte. Los diarios, por
ejemplo, no solo actúan como confesores sino que son cuadernos con los cuales
las personas establecen vínculos complejos durante sus viajes. La nostalgia es
una emoción que opera muy a flor de piel, que guarda relación con la separación
geográfica de los individuos respecto de sus lugares de origen pero también con
el paso del tiempo y la transformación de las memorias. -La nostalgia y las memorias es un tema que también le interesa. Lo aborda en su libro "El viaje de los niños. Infancia, Inmigración en Memoria en la Argentina de la Segunda Posguerra" (2012). -Sí, allí entrevisté a niños que habían vivido la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial y luego habían venido como refugiados a Argentina. Ellos narran cómo al volver a sus países de origen, luego de la caída del Muro de Berlín, se reencontraron con sus antiguas casas. Un anhelo que habían alimentado con la emoción de la nostalgia durante mucho tiempo y que, una vez que volvieron a visitar -cuando su recuerdo finalmente se transformó en realidad-, experimentaron de una manera muy distinta. En general decían: "Todo me parecía más pequeño". Por ello es que los viajes obligan a sus protagonistas a renegociar sus memorias todo el tiempo. Las emociones, las migraciones y las memorias se cruzan, nos interpelan y tocan nuestras raíces sentimentales más profundas. |