La semana pasada se conoció públicamente la escucha que
compromete directamente a Michel Temer en un caso de corrupción. Quien está al
frente de Brasil, luego de asumir a través de un golpe institucional a la ex
mandataria Dilma Rousseff, aparece avalando el pago de sobornos al exdiputado
preso por corrupción Eduardo Cunha.
La operación contra el ya debilitado Temer, la propició un sector del poder
judicial y la cadena de medios Globo. Un gobierno débil, que asumió sin el voto
popular, con un relato anticorrupción contra el gobierno del PT, que se
apresuró a llevar adelante el ajuste que ya habían iniciado los petistas,
incluyendo la reforma laboral y previsional.
Los analistas políticos del mundo escribieron sobre la operación conjunta de
Globo y el poder judicial. La misma no se puede comprender sin hacer referencia
a la enorme huelga general del 28 de abril, que fue la mayor acción de la clase
trabajadora brasileña de las últimas décadas, que puso en vilo a las clases
dominantes. Un gobierno impopular, que nació debilitado, llevó adelante medidas
de ajuste, y logró despertar al gigante dormido. Una conclusión que por estas
horas más de un mandatario debería tener en cuenta.
La evidente inestabilidad política gubernamental, por lo menos del último año,
complica las posibilidades de que pasen las reformas laborales y previsionales.
Temer, para las clases dominantes, y para los trabajadores que pagan las
consecuencias, carece de autoridad para ejecutar un plan de ajuste más
profundo.
La operación judicial y mediática, pretende evitar un escenario donde se
profundice la acción de sectores de masas, que podría poner en peligro al
régimen político de conjunto. Mejor opción fue un golpe dentro del golpe, a que
el gobierno caiga por las movilizaciones masivas.
El domingo se realizaron en Brasil concentraciones en 21 ciudades contra Temer,
pero aún no son lo suficientemente contundentes como para voltear al gobierno.
Esto se explica porque las centrales sindicales han demorado la fecha de una
nueva huelga, mientras le ha dado tiempo a las clases dominantes para buscar
salidas alternativas a la crisis.
Por un lado están quienes pretenden resolver la crisis vía las elecciones
indirectas (como pregona la constitución), y por su parte quienes piden que
sean directas. Las centrales sindicales conducidas por el PT, y el propio Lula
apuestan a calmar las aguas y resolverlo en las urnas.
Pero el problema para los trabajadores no es sólo deshacerse de los golpista, sino
también de las reformas que llevaron a cabo sobre la salud, educación y la
extensión de la tercerización laboral.
Por eso desde la izquierda exigen que las centrales
sindicales sean quienes organicen la huelga general contra las reformas de
manera inmediata, en la perspectiva de una Asamblea Constituyente, que anule
las reformas y revoque todos los ataques de Temer y de los gobiernos
anteriores.
La resolución o no de
la crisis brasileña marcará la próxima etapa en la región. Por eso mismo, estén
arriba o abajo, el #ForaTemer resuena en América Latina.
Virginia Gómez. Exclusivo para Cadena BA. 22/05/2017
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