16-05-2024
"De la educaci贸n a la justicia social" por Adri谩n Cannellotto (*)

La educaci贸n es una de las protagonistas del debate de este a帽o electoral. Lo es en Argentina, pero tambi茅n lo fue en las campa帽as de los recientemente electos presidentes de Brasil, Uruguay, Bolivia y Chile. M谩s all谩 de las particularidades de cada pa铆s, comparten como objetivo la decisi贸n de trabajar sobre las trayectorias educativas, es decir sobre las posibilidades de acceso, permanencia y egreso en los diferentes niveles, tanto como sobre los aprendizajes y sus brechas. Como parte de este proceso, tambi茅n las universidades viven tiempos de transformaci贸n.

Para Dilma Rousseff, el ciclo de desarrollo que se abre con su segundo mandato tiene a la educaci贸n como "la prioridad de las prioridades", con la propuesta de "invertir fuertemente en la calidad de la educaci贸n y, al mismo tiempo, ampliar cada vez m谩s el acceso a la ense帽anza, en todos los niveles". En su programa de gobierno, el educativo se presenta como el sector de la vida p煤blica que por su impacto social es "responsable por el 茅xito de las metas de otras 谩reas de la administraci贸n p煤blica". De manera similar a lo que ocurre con el Frente Amplio de Tabar茅 V谩zquez o con el MAS de Evo Morales, la continuidad pol铆tica del proyecto de pa铆s se traduce en un conjunto de metas hacia las cuales avanzar, profundizando procesos ya iniciados. Tal es el caso de la universalizaci贸n de la educaci贸n inicial, el acceso y egreso en la escuela secundaria, la profesionalizaci贸n docente y el fortalecimiento de la funci贸n pedag贸gica de las instituciones, la vinculaci贸n con las nuevas tecnolog铆as, el acceso a la universidad, los pisos de financiamiento y la incorporaci贸n de recursos alternativos, entre otros.

El m谩s llamativo quiz谩s sea el caso de la alianza Nueva Mayor铆a de Michelle Bachelet quien, en el documento "Chile para todos", propone una ruptura con las pol铆ticas educativas que se ven铆an implementando. Las luchas de los movimientos estudiantiles, a las que se sumaron otros sectores de la sociedad, colocaron en la agenda pol铆tica una reforma que alcanza tambi茅n al sistema universitario. En el documento se fijan como metas la gratuidad universal de la educaci贸n (definida como derecho social) y el fortalecimiento de la educaci贸n p煤blica como "base y herramienta m谩s potente sobre la que se construir谩 el proyecto educativo, la cohesi贸n y la integraci贸n social". Adem谩s, propone el fin al lucro en todo el sistema educativo en una sociedad que "debe abandonar las pr谩cticas que han permitido tratar la educaci贸n como un bien de consumo"; la reducci贸n de la segregaci贸n y la construcci贸n de un sistema inclusivo. Por 煤ltimo, plantea la recomposici贸n de la calidad dado que, como consecuencia del Sistema de Medici贸n de la Calidad de la Educaci贸n (SIMCE) -que se aplica desde 1988-, se empobrecieron tanto la idea de calidad como el sentido de la educaci贸n, promoviendo la "selecci贸n", la "exclusi贸n" y el "entrenamiento de pruebas". El 27 de enero pasado se aprob贸 una primera parte de esa reforma, que entrar谩 en vigencia en 2016.

Con sus diferencias, las propuestas se帽aladas (y tambi茅n la pol铆tica educativa argentina) encuentran en la inclusi贸n y en la calidad las claves para asistir, desde la educaci贸n, a la recomposici贸n de la justicia social. Una formulaci贸n como la que se hace en las bases program谩ticas del Frente Amplio uruguayo, donde se dice que "la justicia social requiere m谩s igualdad y comunidad, donde la reciprocidad y el compromiso comunitario vayan m谩s all谩 de las l贸gicas del mercado y la codicia, promoviendo valores de cooperaci贸n e integraci贸n", puede servir como expresi贸n generalizable al resto de los programas pol铆ticos de la regi贸n. Pero lo interesante de esta formulaci贸n es que coloca a la noci贸n de justicia social en tensi贸n con la obligaci贸n estatal.

Comunidad pol铆tica

Esta tensi贸n hace referencia a los reclamos sociales por una mayor expansi贸n de las capacidades individuales, es decir, por el reconocimiento de los derechos que apuntan a la construcci贸n de una ciudadan铆a m谩s densa y diversa, con capacidad para captar las particularidades y reparar deudas hist贸ricas. Son reclamos de justicia social que se tensionan con la obligaci贸n estatal que dicha expansi贸n pone en juego.

Antes de continuar con la argumentaci贸n, recordemos que por justicia social suele entenderse tres grandes ideas vinculadas entre s铆. La primera se帽ala que la justicia consiste en la distribuci贸n de derechos, bienes, recursos materiales y simb贸licos. La segunda entiende que la justicia est谩 relacionada con el reconocimiento, es decir, es aquella que comprende a la justicia como la garant铆a de las condiciones sociales para el reconocimiento de los otros, poniendo el foco en los modos en que est谩n constituidas las pr谩cticas sociales y en la calidad de los modos de reconocimiento que existen en una sociedad. La tercera, finalmente, asocia a la justicia con la idea de participaci贸n, entendiendo por tal la posibilidad de tomar parte y decidir sobre aquellas cuestiones que afectan a nuestras vidas. La construcci贸n de edificios escolares, la entrega de libros y netbooks, la incorporaci贸n curricular de las perspectivas culturales y ling眉铆sticas de los pueblos originarios, afrodescendientes y migrantes, la inscripci贸n de la interculturalidad en las pr谩cticas pedag贸gicas o la participaci贸n de los estudiantes en el gobierno de las instituciones educativas, son expresiones de la justicia social en el terreno educativo.

La formulaci贸n del Frente Amplio es interesante precisamente porque vuelve evidente la tensi贸n entre justicia social y obligaci贸n estatal. Coloca a la justicia social en el medio entre la igualdad y la comunidad, entre la reciprocidad y el compromiso colectivo, entre la expresi贸n de una mayor capacidad de la potencia individual y la inscripci贸n social que, junto con el reclamo de formaci贸n que est谩 impl铆cito en la educaci贸n, nos remite a la legitimaci贸n de una obligaci贸n colectiva que se representa en el Estado. M谩s aun, no s贸lo vuelve evidente esa tensi贸n sino que va m谩s all谩 e introduce junto a la justicia social, la necesidad de que la sociedad se represente a s铆 misma como tal, como colectivo, como comunidad. Es decir, nos coloca ante la comprensi贸n de que la comunidad pol铆tica no es un derivado o una consecuencia de la igualdad. La comunidad pol铆tica no es el producto que viene despu茅s de la igualdad, sino que, por el contrario, es aquello que est谩 antes, es el sustrato primario y constitutivo a partir del cual se produce la igualdad.

La manera en que se vaya a resolver esta tensi贸n no est谩 dicha, como tampoco lo est谩 el modo en que ha de representarse de ahora en m谩s el hecho colectivo. Lo que est谩 claro es que no se pueden disolver los derechos en nombre de una normatividad y una imposici贸n colectiva, ni es posible tampoco imaginarse individuos sin algo que los mantenga unidos, es decir, sin la recuperaci贸n de algunos niveles de legitimidad de la obligaci贸n colectiva. En otras palabras, el desaf铆o est谩 lanzado.

Ahora bien, la introducci贸n de esa tensi贸n entre justicia social y obligaci贸n estatal es particularmente significativa para consolidar y profundizar lo acumulado por los actuales proyectos pol铆ticos de la regi贸n. Y tambi茅n lo es para pensar hacia d贸nde va la educaci贸n.

驴Transmitir o transferir?

Esta es una tensi贸n que atraviesa a las instituciones de formaci贸n en su espina dorsal. En la m茅dula educativa se reproduce esa misma din谩mica bajo la forma de una imposici贸n que viene de afuera y del pasado pero que, al mismo tiempo, se encuentra con la pretensi贸n de autonom铆a del sujeto que las recibe. Es esa inevitable experiencia de iniciaci贸n a un mundo que nos antecede.

Un universo de conocimientos, saberes y pr谩cticas que nos obligan a un descentramiento, a un extra帽amiento de nosotros mismos pero que, a la par, se dirigen a la constituci贸n de la autonom铆a de quien busca comprender ese mundo. Dig谩moslo una vez m谩s, en la educaci贸n se materializa la tensi贸n que se produce entre una tradici贸n que nos preexiste, por la que estamos obligados a pasar, y la necesidad de apropiarse de ella y de sus m茅todos para poder dominarla y superarla. Pasaje obligado por una herencia para que el iniciado sea heredero de una historia, de una cultura, para que as铆 se haga posible la potencia y el germen de futuro que anida en todo proceso de transmisi贸n, como lo es el educativo.

Como lo dijimos antes, la manera en que se resuelva esta tensi贸n, ahora entre tradici贸n y futuro, no est谩 escrita. Una vez m谩s, no es posible una vuelta al pasado. No es esperable ni una aplastante dictadura de la tradici贸n, ni tampoco es deseable la ruptura y el desconocimiento de la misma. Transmitir supone esa carga, esa obligaci贸n hacia atr谩s y hacia adelante que hoy debe ser repensada. Lo que se transmite no es neutral ni anodino porque pone en juego lo colectivo y su proyecci贸n en el tiempo, su despliegue y su desarrollo. Pero hagamos una aclaraci贸n: transmitir no es transferir, no es simplemente dar o recibir, no es s贸lo comunicar. Transmitir es producir una mediaci贸n. En nuestro caso es producir la mediaci贸n pedag贸gica e institucional para que sea posible apropiarse de la diferencia entre el presente y el futuro a trav茅s de la formaci贸n. Al fin y al cabo, sigue siendo a trav茅s de la educaci贸n que la sociedad produce a los individuos, modela sus subjetividades, a煤n hoy cuando resulta evidente que lo hace en competencia (desigual) con otros dispositivos.

Colocar en tensi贸n a la justicia social con la obligaci贸n estatal es, en definitiva, poner en evidencia que el lugar donde se produce la igualdad es la comunidad pol铆tica y que, para acceder a ella, se requiere de la mediaci贸n pedag贸gica e institucional. Una mediaci贸n que no es de car谩cter social sino pol铆tico y, en tanto tal, es la que hace posible la justicia social. En otras palabras, traer a la luz esta tensi贸n nos permite entender que la mediaci贸n pedag贸gica que est谩 impl铆cita en toda instituci贸n formadora es la condici贸n de posibilidad para alcanzar los objetivos que se inscriben en nuestras preocupaciones por la inclusi贸n y por los aprendizajes.

Una mediaci贸n que se produce a partir de la intervenci贸n de agentes estatales cuya formaci贸n resulta crucial, que se realiza en el marco de una cultura organizacional y que, por su mismo car谩cter, no puede ser alcanzada s贸lo por el efecto de una distribuci贸n.

Un buen punto de partida para repensar nuestra tensi贸n anida en la posibilidad de cambiar el modo en que est谩 organizado el trabajo docente. No se puede esperar un restablecimiento de la transmisi贸n sin antes repensar las condiciones en que est谩 ocurriendo la mediaci贸n. Podr铆amos empezar, entonces, por colocar a los docentes y a su relaci贸n con el saber (conocimientos y pr谩cticas) en el coraz贸n de las pol铆ticas educativas para, desde all铆, transformar el modo en que est谩n organizados su trabajo y su carrera profesional.

(*) Rector de la UNIPE

漏 Le Monde Diplomatique, edici贸n Cono Sur y UNIPE: Universidad Pedag贸gica