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22-01-2014 | supera a EEUU e India | |||
Japón, la nueva potencia mundial de la pornografÃa | |||
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Tres paÃses dominan el negocio cinematográfico sin contar con subsidios estatales (directos: todo el cine está subsidiado): los Estados Unidos, la India y Japón. Los primeros viven gracias a la exportación de gran espectáculo, que es lo que sostiene su industria incluso en detrimento del 70% del cine que se produce dentro de sus fronteras. Pero los otros dos dependen de sus mercados internos, muy grandes y fuertes. De los dos, el que tiene un negocio bien desarrollado en el porno es Japón, que amenaza con ser la próxima potencia del medio en la siguiente década por algunas particularidades que lo hacen único.
Hasta no hace mucho, los consumidores de pornografÃa en ese paÃs preferÃan los productos estadounidenses o europeos, que tienen como centro de su producción el culto a la porno-star. Son negocios hechos a imagen y semejanza de Hollywood, adaptados al sexo explÃcito pero casi con las mismas categorÃas, y también sobreviven gracias a la exportación. De los productos vernáculos, los más exitosos eran los animados, el "hentai", que a veces tiene la forma de fantasÃas extremas. De los productos vernáculos, los japoneses consumÃan mucho más el "pink cinema" (un género que se acerca algo a la pornografÃa pero que tiene otras constantes estéticas mucho más elaboradas), y no tanto lo explÃcito, que hasta no hace demasiado tiempo implicaba juicios por obscenidad, como el que sufriera Nagisa Oshima en 1976 por El imperio de los sentidos, incluso si esa obra maestra habÃa ganado un premio mayor en Cannes.
Es decir, el auge de la pornografÃa es más bien reciente, y mucho más reciente el del consumo de producciones locales. Pero es el negocio con mayor expansión en los últimos años y no poco tiene que ver con la caÃda en las ventas de lo que se produce en el valle de Napa y San Francisco, mecas del género.
Porque además los japoneses producen mucho más barato (el promedio es de entre u$s6.000 y u$s8.000 por pelÃcula) y tienen una estructura del negocio muy diferente. En efecto: el consumidor japonés, que gasta alrededor de u$s160 promedio por año en consumos de este tipo, no quiere porno stars japonesas (o japoneses) sino pelÃculas de estilo amateur y cuerpos reales. De allà que en Japón no haya star-system del porno, que los actores -recordemos: el porno es la única industria donde las mujeres siempre cobran mucho más que los hombres- cobren un promedio de u$s10 por secuencia sexual y las mujeres, entre u$s500 y u$s800 por pelÃcula (y no hacen menos de cuatro por semana, además).
Otro elemento extraño en el cine porno de Japón es que, además de presentar a personas "anónimas", a lo que cualquiera podrÃa parecerse, hace hincapié en relaciones que podrÃamos ver como tortuosas, especialmente de incesto entre hermanos, jóvenes con sus padres y -una de las más difundidas- de madres e hijas. Por supuesto que todos los performes son adultos conscientes de lo que están haciendo; lo que llama la atención es que tienen que "fingir" no ser profesionales.
Ahora, la gran sorpresa. El crecimiento del porno japonés no tiene como único eje cierto cambio de costumbres en su paÃs de origen -que eleva la cantidad de consumidores y ahora integra también a las mujeres- sino que se exporta. En efecto: el público estadounidense (sobre todo varones caucásicos, la mayorÃa de estos compradores) que antes no aceptaba otras etnias que no fueran la suya, ahora busca material exótico. En parte porque hay mucho y es diferente y en parte porque, claramente, ha habido un cambio generacional y los viejos racistas son cada vez menos. En estas culturas "marginales", los cambios se ven más claros, según informó "Diario BAE" .
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