Una jornada por demás accidentada se vivió en el fútbol argentino. Mientras toda la atención estaba centrada en los tensos encuentros que iban a disputar River-Independiente y Racing-Boca (en el que se prohibió el público visitante por posibles enfrentamientos de la barra), la violencia dijo presente en otro encuentro con anterioridad.

 

Fue el sábado en Liniers cuando se estaban enfrentando Vélez y All Boys, dos equipos que jugaban de forma distendida al no tener objetivos por cumplir en lo que resta del certamen local. Y como poco sucedía dentro del campo, las tribunas se llevaron todas las miradas cuando apenas a los 26 minutos de la primera etapa el duelo debió interrumpirse por enfrentamientos entre la parcialidad visitante.

 

Mientras todo había comenzado como una pelea interna entre los propios hinchas del 'Albo', enseguida se extendieron los cruces contra la Policía y los simpatizantes terminaron desmontando parte del alambrado y se metieron dentro del campo. Hasta el propio presidente del conjunto de Floresta, Roberto Bugallo, debió acercarse al lugar de los incidentes y colaboró en reparar lo dañado para así intentar reanudar el encuentro.

 

Sin embargo, todo continuó acrecentándose y parte de la parcialidad local abandonó su lugar para dirigirse al sector rival y fueron detenidos con una importante cantidad de gases lacrimógenos arrojados por la Seguridad. Así fue que Pablo Díaz decidió decir 'basta' y mandó a los equipos al vestuario.

 

Ahora, se reprogramó el duelo y los 65 minutos restantes se completarán este mismo miércoles desde las 14.30. Además, se dispuso que el duelo se dispute a puertas cerradas y que ninguna de las dos parcialidades pueda asistir, pese a que el propio titular del 'Albo' había aclarado: "Que quede claro que la gente de Vélez no participó de los incidentes".

 

Así, una vez más triunfo la violencia en el fútbol argentino y los hinchas genuinos quedan imposibilitados de poder disfrutar de lo que sólo debería ser un espectáculo deportivo.